El Templo de Salomón constituye el arquetipo
central en torno al cual se representan las Tradiciones iniciáticas que nos son
afines en Occidente. Para la masonería rectificada, “El Templo de Jerusalén es el gran
arquetipo general de la Francmasonería, que se ha renovado bajo distintos
nombres, formas y diversas épocas (…). Las revoluciones y cambios que le han
sobrevenido recuerdan aquellas que le suceden al propio hombre…” (Ritual MX).
De esta forma, nos recuerda Saint-Martin, “el Templo de Jerusalén no solo
representa lo que había ocurrido en épocas anteriores, sino que era además uno
de los signos sensibles más instructivos que el hombre pudo tener ante sus ojos
para recobrar la inteligencia de su primer destino y de las vías que la
sabiduría había encontrado para devolverle a ella”. En definitiva, el Templo
como arquetipo se inscribe en una perspectiva universal que engloba la
totalidad del espacio-tiempo de la Creación, desde el “Paraíso Terrenal” hasta
la “Jerusalén Celestial”, desde los “primeros cielos” y la “primera tierra”
hasta los “cielos nuevos” y la “tierra nueva”, desde el mundo de los orígenes
hasta el mundo del “siglo por venir”. Pero la clave principal del Templo está
en el corazón del hombre, pues el hombre en sí mismo es el Templo donde el
espíritu de Dios viene a habitar: “¿No sabéis que sois Templo de Dios, y que el
Espíritu de Dios habita en vosotros?” (I Cor. 3:16). “…templo eterno del que el
hombre encuentra en sí mismo todos los materiales” (Saint-Martin, El Hombre
Nuevo).
Dedicamos este Boletín nº 36 al Templo como arquetipo inicático del hombre desde la perspectiva de la Tradición judeocristina en la cual se encuadra la masonería del Régimen Escocés Rectificado y el Martinismo.
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