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jueves, 20 de diciembre de 2012

Boletín Informativo nº 36 del GEIMME. Diciembre de 2012




El Templo de Salomón constituye el arquetipo central en torno al cual se representan las Tradiciones iniciáticas que nos son afines en Occidente. Para la masonería rectificada, “El Templo de Jerusalén es el gran arquetipo general de la Francmasonería, que se ha renovado bajo distintos nombres, formas y diversas épocas (…). Las revoluciones y cambios que le han sobrevenido recuerdan aquellas que le suceden al propio hombre…” (Ritual MX). De esta forma, nos recuerda Saint-Martin, “el Templo de Jerusalén no solo representa lo que había ocurrido en épocas anteriores, sino que era además uno de los signos sensibles más instructivos que el hombre pudo tener ante sus ojos para recobrar la inteligencia de su primer destino y de las vías que la sabiduría había encontrado para devolverle a ella”. En definitiva, el Templo como arquetipo se inscribe en una perspectiva universal que engloba la totalidad del espacio-tiempo de la Creación, desde el “Paraíso Terrenal” hasta la “Jerusalén Celestial”, desde los “primeros cielos” y la “primera tierra” hasta los “cielos nuevos” y la “tierra nueva”, desde el mundo de los orígenes hasta el mundo del “siglo por venir”. Pero la clave principal del Templo está en el corazón del hombre, pues el hombre en sí mismo es el Templo donde el espíritu de Dios viene a habitar: “¿No sabéis que sois Templo de Dios, y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?” (I Cor. 3:16). “…templo eterno del que el hombre encuentra en sí mismo todos los materiales” (Saint-Martin, El Hombre Nuevo).

Dedicamos este Boletín nº 36 al Templo como arquetipo inicático del hombre desde la perspectiva de la Tradición judeocristina en la cual se encuadra la masonería del Régimen Escocés Rectificado y el Martinismo. 

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